jueves, 23 de enero de 2014
El nuevo Papa Francisco I
Una manera de determinar la validez de los pensamientos que ha construido la humanidad es ver su perdurabilidad en el tiempo.
La fisiocracia francesa no duro más allá de los 25 años, el mercantilismo no más de 4 siglos, el comunismo ruso no más de 1 siglo y así podría seguir.
La iglesia católica tiene a sus espaldas 21 siglos y, si continua como doctrina, algún merito ha de tener para perdurar tanto tiempo. Es más, el mensaje evangélico es tan actual que pareciera que estuviera escrito antesdeayer.
Pero las personas que sostienen ese mensaje han perdido muchas veces su brújula y de ahí la esperanza de muchos cristianos de que la presencia del nuevo Papa ponga un rumbo adecuado a estos tiempos y a esta su gente.
La iglesia fue faro de la humanidad en el Imperio Romano y en la Edad Media, suavizando las costumbres bárbaras, construyendo las primeras universidades, manteniendo la lengua escrita, guardando pergaminos en sus abadías y en un sinfín de actividades que sería prolijo detallar.
Sin embargo esta antorcha iluminadora empezó apagándose en su lucha con otras religiones. No hace falta estudiar mucha Historia para ver que casi toda ella está repleta de animadversiones entre judíos, cristianos y musulmanes.
La creación de la Santa Inquisición y la expulsión de los judíos fue el primer punto de inflexión importante para que la iglesia perdiera ese faro que guiaba a las gentes. Craso error, del que la iglesia ya ha pedido perdón.
Otro apagón supuso “Trento” para los católicos. En este concilio, en lugar de elegir el dios de los luteranos y de protestantes, ese Dios moderno que permite que negocies, que trabajes, que seas honrado y hagas negocios, que Él los verá con buenos ojos y que dio paso a una burguesía comercial en el norte, nosotros elegimos al Dios oscuro, reaccionario y retrógrado de la Contrareforma, que indica que delates al vecino por no ser buen cristiano, que denuncies a la Inquisición al que no piensa como tú, que escuches al del púlpito y no te pares a meditar, etc.
Eso nos hizo acríticos, cobardes, delatores, envidiosos e iletrados, pues mientras los protestantes se instruían leyendo la Biblia, los católicos seguíamos analfabetos, porque el lector era el ministro de la iglesia que pensaba y decidía por nosotros.
El tercer momento de apagón fue cuando tuvimos la oportunidad de apostar por las luces y la modernidad de la Ilustración. Pero salieron de la caverna los obispos como casta dominante de la que no quisieron desprenderse y elegimos la oscuridad en lugar de la luz.
Perdimos el tren de la Historia cuando expulsamos a Napoleón y la intelectualidad miró hacia otra parte.
Ellos cambiaron a la edad Contemporánea mientras nosotros seguíamos anclados en el oscurantismo de la Historia.
Los postulados universales de derechos humanos, cívicos, sociales y personales fueron pergeñándose primero en Francia y después en Estados Unidos. Y fueron como los nuevos mandamientos renovados al son de los tiempos.
La iglesia perdió el compás. Dejo de ser faro y vigía. Y todavía hoy va a contratiempo.Y por si no fuera bastante, con el franquismo permite un “totum revolutum” entre política y religión que confunde aún más a la gente.
De ahí, que necesite personas que la pongan, con sus actitudes, en el lugar donde se miren sus seguidores. Ójala, esa persona, sea el nuevo papa argentino y jesuita.
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