domingo, 10 de diciembre de 2017
Isabel Guerra, pintora
Cuando vi por primera vez a esta mujer pizpireta, avispada e inquieta que es Isabel Guerra, me dijo: "Déjeme tranquila que hoy estoy muy nerviosa".
Iba camino de su exposición y en un rincón de la calle intentaba cambiarse un hábito por otro.
Ya dentro de la exposición estuvo, acosada por sus admiradores, hablando más de una hora y descubrí que más interesante que su obra es ella misma.
Nos dijo que empezó a pintar desde muy niña y que había días que echaba 12-14 horas con sus pinceles, amen de hacer todas sus tareas que le imponía la clausura. Y qué berrinches cuando algo no le salía como ella quería. Pero pintar es como andar en bicicleta y una vez que se interiorizan las mezclas y las técnicas, ya haces todo sin pensar.
Le gusta lo común y lo mortal. Las cosas sencillas, las miradas cálidas, los adolescentes ingenuos y la luz, sobretodo, la luz. ¡Qué sería de la pintura si no existiera el blanco!.
No es partidaria de pintar motivos religiosos si no se lo piden con insistencia, ruegos que ya le han hecho desde varias jerarquías, porque no le gusta el dios rey ni la iglesia jerarquizada ni las representaciones deslumbrantes. Prefiere el intimismo de las cosas pequeñas y una iglesia pobre y solidaria como lo fue Cristo.
Nos indicó que El Greco, pintor que no sabia dibujar, que no sabia iluminar a los personajes y que pintaba formas desproporcionadas en sus cuadros, ha sido el pintor que más ha sabido expresar la fe y la liturgia religiosa por su fuerza arrolladora de llegar a los corazones de la gente que ve sus cuadros.
Velázquez es el rey de la técnica y de la perfección plástica y su modelo a imitar.
Después de echar esas 12 o 14 horas pintando cada día, le tocaba oler a trementina y a aceites para lavar sus pinceles y agujerearse el dorso de sus manos con el esfuerzo y aún así nunca quedaban limpios. Por ello muy pronto les sustituyo por la espátula, con la que pinta siempre todos sus cuadros.
El acero se limpia de inmediato en un trapo y se evitan los colores sucios y adulterados que tanto perjudican a la pintura.
Seguidora del papa Francisco, esta mujer es de una profundidad considerable y sus juicios, además de jocosos y frescos, son de una elevación que impresionan. Se azara mucho con las menudencias impropias de la gente pesada en reiteraciones que no vienen a cuento y sufre mucho con su fama.
Es tan exquisita y refinada en su dialéctica y en su espátula, que ruego a Dios la conserve muchos años de vida para que pueda seguir dándonos tesoros de la pintura.
Sus exposiciones son compradas en horas.¡Cuánto trabajo e innovación hay detrás!
Y por favor, que la lleven a dar conferencias...
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