domingo, 8 de abril de 2018
aburridos como vacas
Aburrirse es el gran temor de nuestros días. Me atrevería a decir que el miedo a aburrirse es incluso una de las grandes características de este siglo. Decir públicamente que se ha dedicado el día a “no hacer nada” es casi como reconocer un fracaso, un vacío existencial. Por eso, todo el tiempo y en todas partes, hay tantas personas que sienten que no pueden vivir ni un segundo si no están “conectados”. Frecuentan las redes sociales de forma casi compulsiva y pasan de una actividad a otra, con su smartphone en mano, gritando a los cuatro vientos que están “des-bor-da-dos”. En el momento en el que escribo esta carta, estoy viajando en un tren AVE, rodeado de directivos de aspecto serio que teclean en su ordenador informes supuestamente de la más alta importancia. Los que vamos en este vagón podríamos entablar una conversación, hablar del tiempo que hace o de cualquier otra cosa. Pero no. El teclado no espera. Hay que producir tablas de cifras, presentaciones, informes detallados… no importa el qué, antes que parecer ociosos. Si levantamos la vista un momento del ordenador es con las cejas fruncidas. Es prácticamente imposible hacer ni un simple comentario de cortesía, pues todo el mundo lleva sus auriculares puestos y cuando les hablan se los quitan con gesto de evidente desagrado, dejando claro que les has obligado a perder su tiempo y a salir de su mundo. Me dirá que no soy distinto a los demás, pues yo mismo también estoy en este tren con mi ordenador delante, escribiendo esto que ahora usted está leyendo. Y es cierto, estoy escribiendo en lugar de soñar despierto admirando los magníficos paisajes que hay al otro lado de la ventana o contemplando las vacas que pastan tranquilamente.No nos resignamos al aburrimiento.Y muchas veces he oído a mis alumnos quejarse continuamente ¿Qué aburrimiento? sin darse cuenta de que el aburrimiento también es un gran maestro. Exigente, es cierto, ¡pero qué buen profesor! Nos enseña un arte muy particular y olvidado en nuestra sociedad moderna: el de la paciencia. Y en cuestión de salud, no se trata de una palabra vana. ¿Un tiempo largo no es lo que reclama un cuerpo enfermo para curarse? Por eso no hay que huir del aburrimiento a toda costa. Al contrario, démosle la bienvenida cuando se presente en nuestra puerta. ¿Que se queda a cenar? ¡Muy bien! Que pase la noche en casa y que por la mañana le abramos la puerta con una sonrisa en los labios, deseándole un buen viaje. En estos días, a empresarios en serie, a hombres y mujeres que están siempre en movimiento y saltan de un proyecto a otro sin jamás sentir la tierra bajo sus pies, les sugerimos una buena cura de aburrimiento o de contemplación. ¡Así que dicho está! Seamos, aunque sólo sea de vez en cuando, como las vacas que miran pasar los trenes.
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