lunes, 28 de mayo de 2012

A mi padre anciano

Las lealtades inconscientes -y a veces contradictorias- son el motor básico y poderoso del comportamiento humano. Las lealtades se dan de forma natural e inconsciente entre las generaciones de una misma familia. Inconscientemente nos mueve la necesidad de ser leales a las personas que nos acompañan o que nos dieron la vida, por difícil y destructivo que resulte. Asumimos sus culpas, integramos sus dolores y repetimos muchas de las reacciones, miedos y actitudes de nuestros padres y abuelos. Así, un viudo pude resistirse a sobreponerse a su pérdida por lealtad a su mujer fallecida. Por lealtad a nuestros seres queridos, para no traicionar su forma de vivir y de sentir, repetimos determinados esquemas y patrones emocionales de forma inconsciente. Un hijo ama a sus padres sin remedio. Cada hijo siente que lleva a su padre y a su madre dentro de sí, internalizado. Verse obligado a rechazar al padre o a la madre implica rechazar a una parte de sí mismo. Los padres separados deberíamos aprender a decir a cada hijo: ”Aunque ya no estemos juntos, amo a tu padre o a tu madre en ti” Son palabras sencillas, pero importantes que reconocen, que el otro, que el padre o la madre de quien nos hemos separado, sigue viviendo en ese hijo.Y esas palabras abren la puerta para que nuestros hijos puedan respetarse a sí mismos y albergar de forma constructiva la lealtad que de forma natural, sienten por sus progenitores.

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