jueves, 5 de julio de 2012

El encanallamiento de la sociedad con el PSOE en el poder

Las sociedades se encanallan cuando faltan tres elementos básicos: compasión, respeto y admiración. Compadecerse es sentirse afectado por el dolor de los demás y es la base del comportamiento moral. Considerar la compasión como un sentimiento paternalista y humillante es una gigantesca corrupción afectiva. Cada vez que se grita "no quiero compasión, sino justicia", y esta expresión ha estado en boca de muchos socialistas, se está olvidando que ha sido precisamente al compasión la que ha abierto camino a la justicia. El respeto es el sentimiento adecuado ante lo valioso. Es un sentimiento activo que se prolonga con el cuidado, la protección y la ayuda y capta y aprecia la dignidad del ser humano. Cuando desaparece, se cae en la trivialización y en la tiranía del "qué más da". La admiración también es la valoración de la excelencia. Un igualitarismo mal entendido, nos impide apreciar a los demás." nadie es más que nadie" es una afirmación estúpida por degradante. No es lo mismo el hombre que ayuda a los demás que el hombre que los tortura. No es lo mismo Pol-Pot o Stalin que Teresa de Calcuta o Mandela. También las sociedades se encanallan cuando se reitera que "la mayoría siempre tiene razón y que el pueblo no se equivoca nunca" como se ha venido diciendo en el discurso político con notoria frivolidad. Una sociedad resentida, envidiosa, fanática o racista puede equivocarse y, por el contrario un hombre solo puede tener razón frente al mundo entero. Basta repasar la historia para ver que parece increíble lo que hicieron Alejandro Magno con Macedonia, Calígula con Roma, los papas del Renacimiento con la iglesia, Napoleón con Francia, Stalin con Rusia o Hitler con Alemania. Y la mayoría de ellos fueron o elegidos o aclamados por sus pueblos. Y finalmente se encanalla a la sociedad cuando se despierta el odio o el miedo porque ambos sentimientos proponen metas muy claras: destrozar al enemigo o ponerse a salvo. Se ha ido creando una sociedad estúpida que se prolonga con el PP, en la que no se puede argumentar con quienes han negado y siguen negando los principios de la argumentación. "Contra principia negantem non est disputandum" decían los clásicos. Sólo se puede argumentar con quien abandona el reducto privado y se planta en el público. Esperemos que las creencias vigentes, los modos de resolver los conflictos, los sistemas de evaluación y los modos de vida cambien con este gobierno para que las posibilidades de las inteligencias privadas no se cercenen ni se tengan que ir a Alemania.

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